El secreto de la belleza de esta pequeña historia yace escondida entre sus protagonistas. Resulta que ese viaje de Navidad era el primero en el que mi madre disfrutaba de mi hijo Pelayo, su nieto, desde hacía mucho tiempo. Demasiado. La alegría, amor y sorpresa que se profesaron mutuamente durante aquellos días no la olvideré jamás.
Éste es un pequeño testimonio de cómo la magia de la Vida se expresa en lo sencillo.