He pasado casi toda mi vida profesional combinando las aulas y los despachos. Los 15 años que pasé como profesor de Marketing en ICEMD/ESIC (entre otras muchas escuelas y disciplinas) me dieron una visión muy detallada de cómo la «sociedad oficial» produce cuando se trata de formar personas para su desempeño profesional, y siempre me saltó una enorme duda: ¿porqué la práctica totalidad de las instituciones y disciplinas académicas omite el desarrollo y reflexión interna del alumno, como ser humano? ¿Estamos produciendo únicamente piezas para una gigantesca maquinaria de mercadotecnia? ¿Qué responsabilidad tenemos cada uno de nosotros en desarrollarnos internamente, a nivel personal? ¿Están ambos mundos vinculados entre sí?

Uno de los mayores retos que siempre me encuentro en los alumnos (en especial en la fotografía y en el video) es lo que sucede cuando la técnica de turno aprendida (p.ej. fotografía) hay que ponerla al servicio de… ¿qué? ¿La creatividad? ¿Unos Valores concretos? ¿Un mensaje? … ¿Los tienes? Es el «síndrome de la hoja en blanco»; ese jodido momento donde uno se refleja en su propia vacuidad, en cierta falta de cuajo interior no solo para cristalizar un intento -personal o profesional- en una dirección concreta, sino para saber qué demonios está pasando en mi interior. Lo de ‘demonios’ es literal.

El problema radica no tanto en qué hacer o hacia dónde dirigirse, sino en la ausencia de las más básicas herramientas de análisis interior. No nos escuchamos, o mejor dicho: nos escuchamos de forma totalmente equivocada, hiper-potenciando nuestros procesos mentales (lado izquierdo del cerebro, más conocido como «el lorito») e infrautilizando las capacidades creativas que se esconden en nuestro mundo interior, malinterpretando nuestros planos emocionales y energéticos, relegando a nuestro vaporoso, intangible y resbaladizo hemisferio derecho al ostracismo. La sociedad y su constante ruido y crispación, no ayudan. Las Redes Sociales nos atontan y nos invitan a consumir y copiar en vez de CREAR. Y así.

Llevo más de 25 años trabajando mi interior desde muchas disciplinas, siendo quizás el chamanismo y la psicología transpersonal dos de las fuentes de las que más he bebido. Ni mucho menos las únicas. Y la primera lección que aprendí es que el caos en el que el hombre blanco vive hoy en día se basa en algo muy sencillo: casi nadie tiene un mapa claro de cómo funcionamos a nivel mental, emocional y energético; cómo habla nuestro cuerpo, cómo interpretar las sensaciones que TODOS podemos percibir, cómo funciona la sociedad como bloque, esa rara avis denominada inconsciente colectivo, cómo transmitimos información (subconsciente) entre nosotros, de padres a hijos, en tu tribu. En definitiva, cómo nos intoxicamos cada día, sorprendentemente, de forma voluntaria y proactiva.

Ése es el motivo por lo que empecé a crear mis propios talleres de Desarrollo Personal: simplemente para dotar a mis alumnos de herramientas básicas para comenzar su camino interior, libremente, sin las clásicas trabas que cada cultura, tradición o religión imponen como dogma. Conocer las energías básicas con las que operamos, cómo «hablan» las diferentes partes de nuestro cuerpo y mente, para responder a las preguntas básicas que luego desarrollamos en nuestra vida exterior: ¿Quién eres tú? ¿Eres feliz? ¿Cuál es tu Intento? Y así… Algo fundamental que debe responderse todo el mundo, pero que en el caso de cualquier profesional liberal se torna en V-I-T-A-L si queremos desplegar un Marketing Personal que no solo tenga éxito, sino -mucho más importante- que nos haga más felices. Es el «Conócete a ti mismo» (gnōthi seauton), la primera ley que estaba escrita en mismísimo oráculo de Delfos, puerta principal, según entrabas…

Vente a «Tú, por dentro». Permítete la valentía de conocerte mejor.

Disfrutad.

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