Día arriba día abajo, hace un año que Ana y yo nos separamos tras una larga batalla de ambos, juntos y revueltos, para entender y recolocar nuestro interior, para reconquistar nuestro Poder Personal. Nos dejamos el matrimonio en el intento. La separación desembocó en mi Noche Oscura del Alma particular, a la postre quizás el regalo más importante que he recibido en toda mi vida. Extremadamente amargo, pero sanador en mil aspectos.
¡Cuánto he aprendido el último año! Cada batalla, cada catarsis, cada fracaso, cada vídeo fuera de fecha (¡ya llego, Cris!) me ha llevado a un estado de Serenidad y Presencia nunca antes logrado en mi vida. La espuma de los días es muy mala droga; te llena de mente y te vacía de espíritu, ahogado por las apreturas del personaje en una carrera desbocada a ninguna parte salvo a alejarte de ti mismo.
Mucho he meditado esta (nueva) Bitácora de Yoel que hoy nace. Hablemos de Vida. De personas, batallas perdidas que aportan mucho y batallas ganadas que no aportan nada. Narrar Vida es lo que hago y qué menos que ponerme el primero de la fila, por aquello de dar ejemplo.
Nunca he tenido problema en compartir mi vida privada con la gente: si la historia es digna de contarse, ¿porqué no hacerlo? Otra cosa diferente es retomar mi viejo hábito de escribir un diario sin estructura, sin tiempos, sin reglas de lo que va aconteciendo en mi interior… de forma pública y sin filtros. Cuando analizas el pudor que provoca ese desnudo integral, te das cuenta que lo único que temes son tus miedos, perder tu Importancia Personal. El ego se rebela. Pero como dice Miyo, con quien llevo más de 20 años trabajando mis cosas, «esto no se trata de subir al cielo, sino de bajar el cielo a la tierra; y eso no se puede hacer sin integrar tu propia Sombra desde la Compasión hacia uno mismo». ¡Ahó!
Pero inexorablemente, toda noche tiene su alba. Lo nuevo ya está aquí, y aunque alguna habitación de la casa siga (muy) revuelta, ha cambiado el viento. La marea es favorable, más suave, más bella, más profunda, más compasiva, más amorosa, con mucho menos ruido. Cuando uno eleva la Presencia en su vida desde la Compasión hacia uno mismo y todo lo que le rodea, ya no hay enemigos, ni problemas, ni políticos, ni crisis, ni competencia: solo queda la Vida y sus avatares que -ahora sí- hacen que las serendipias se multipliquen, que el Universo conspire a tu favor. Solo tres palabras: Presencia, Aceptación y Compasión. Nada más.
Y de repente, tú. Pero ésa es otra historia…
Continuará.
:: dedicado a Alejandro Huyro ::